Recientemente he descubierto que el maestro no solo aprende mientras enseña, sino que también enseña lo que quiere aprender.
Hace un tiempo atrás, y mientras transcurría el día 20 del mes, fui donde el dueño del concesionario al cual estaba asesorando con una genuina preocupación.
Llevábamos hasta ese momento un ritmo de producción espectacular en términos de ganancia, pero necesitábamos incrementar los volúmenes de ventas.
El problema era que nos quedaba muy poco inventario y no se vislumbraba que llegaría más inventario hasta probablemente el próximo mes.
Era obvio que estábamos en una encrucijada, pero siendo como soy, no me iba a dar por vencido.
Sin embargo, la única solución que yo veía al problema era buscar la forma de conseguir mayor inventario, sea como sea.
Fue entonces cuando el dueño del concesionario me pregunto: Jorge, ¿alguna vez en tu vida has estado súper hambriento, y ya sea porque no podías salir a comprar nada; o peor aún, porque no tenías como comprar nada, decidiste entonces correr a la alacena, buscarte cuanta comida había allí, y con todo lo que encontraste preparaste lo que luego agradecido de Dios llamaste, una gran cena?
Entonces el dueño me miró, con una mirada paternal y llena de sabiduría y me dijo: “el lote, es tu alacena y lo que te queda de inventario es lo que queda de comida en ella. Procura hacerte el mejor de los manjares con lo que queda y luego dale gracias a Dios”
Enmudecí ante tan profundo pensamiento y pensé que curiosamente, mi función como asesor es poder tener este tipo de respuestas en situaciones como estas. Sin embargo, era el asesorado el que me estaba asesorando.
Muchas veces nos cegamos pensando que el éxito e inclusive la felicidad está basada en buscar soluciones a todos nuestros problemas basándonos en frases y pensamientos como: en cuando tengamos, en cuanto hagamos o cuando vivamos, sin darnos cuenta que con lo que tenemos, podemos ser exitosos y felices.
Colega, abre los ojos y mira a tu alrededor y con lo que queda en tu alacena has el mejor de los manjares y se agradecido.
Antes de dejarte y solo por si no te percataste, lo volveré a repetir; ¡el asesorado me estaba asesorando! y no me avergüenza aceptarlo, puesto que como ya lo he dicho antes, cada vez que enseño, estoy aprendiendo, pero ahora enseño, lo que quiero aprender.
Te deseo el mejor de los éxitos
“Dedicado a mi amigo Eloy”